lunes, 10 de diciembre de 2012

Juegos de rol: no solamente espadas


De combatientes y cotidianidad
Ylva tiene 19 años de edad y fue criada en la cultura Celta, aunque su padre era un vikingo. Su nombre hace memoria al lobo y dentro de su cultura y su clan, hacía parte de un grupo de música que ahora dejó de existir por conflictos internos y por falta de organización. Un día cualquiera, Ylva fue presentada al clan Skald, en donde se sintió tan bien que decidió quedarse y, no solo como Ylva, sino como aquella joven que está detrás del rol. Su nombre verdadero es Ximena.

Skald fue el clan en el que encontró una hermandad muy bien acompañada de aspectos culturales. Le agrada saber que en la mayoría de clanes de Mil Espadas, se lleven a cabo asambleas y talleres, se recurra a los libros, fiestas y grupos musicales que recrean la edad medieval.

Su ideología personal no se basa en el Cristianismo o en el ateísmo. Ella asegura que el Cristianismo es una religión hecha para personas tranquilas y le parece injusto que la razón se le conceda a un único Dios, motivos por los cuales está más de acuerdo con la ideología medieval que rescatan en Mil Espadas. Una ideología que lucha por valores que se han perdido en el tiempo y que para ella, deberían ser imprescindibles en la vida: el honor, la verdad y la hospitalidad.

Ximena es estudiante de Literatura y de Licenciatura en Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana; la relación entre los juegos de rol en vivo y su vida es muy estrecha. Ella reconoce de sobra la importancia de este tipo de juegos, que no necesariamente tienen que ser en vivo, sino que también pueden ser en línea. “Meterse en un rol, pero a la vez conocer los límites entre el juego y la realidad, desarrolla más la imaginación y le pone freno a las acciones maquinarias de las personas. Además, para mi carrera son una fuente imprescindible de ideas que generan diversas narraciones y son base para solucionar cualquier cantidad de problemas de una mejor manera”.

Video en el que se explica el funcionamiento básico y las generalidades de Mil Espadas 

De los juegos de rol a la realidad
Lo que muchos llaman ‘jugar espaditas’ y califican como un ‘juego de locos’, en realidad tiene su nombre técnico y ha tenido una historia interesante alrededor del mundo y sí que más en la capital antioqueña.

Live Action Role-Playing (LARP), nació en Norte América, Europa y Australia entre las décadas de  los 70 y 80. Se define como “técnica para el desarrollo de batallas no coreografiadas, de baja contundencia física, que ayuda en la ambientación y desarrollo de partidas de rol más físicas y reales que las convencionales partidas de rol con dados”.

Quienes jugaban LARP usaban unas armas llamadas ‘boffers’, que eran hechas de esterilla y cinta americana y además, eran fabricadas por los mismos combatientes.  A medida que transcurría el tiempo y que los juegos se buscaban perfeccionar más y más, apareció entonces el Softcombat, definido como un juego o deporte en el que dos o más personas se enfrentan entre sí usando simulaciones inofensivas e indoloras de armas blancas que normalmente son de gran tamaño, tales como espadas, hachas, lanzas y escudos.

Ahora, cerrando un poco el panorama internacional, el Softcombat entró a Colombia por medio de Medellín a principios de este siglo.  En 2003, Esteban Gónzalez comienza un juego llamado ‘Medieval Paint Wars’, en el cual los boffers se fabricaban con palos y espumas que se bañaban en pintura, para así marcar el golpe en el contrincante.  Luego, las espumas y la pintura desaparecieron al ser recubiertas con un poliuretano comprimido de color negro y los palos fueron cambiados por PVC. Es precisamente en ese momento cuando la palabra que aludía a la pintura desaparece y las batallas se empiezan a llamar ‘Medieval Wars’. Ahora los boffers se parecían más a las espadas, sobre todo con más contundencia y sin dejar de lado la seguridad.

La innovación que se hizo en ‘Medieval Wars’ fue el primer paso para marcar una característica que aún hoy en día es uno de los sellos de Mil Espadas: la preocupación por el realismo.  Y es precisamente ese realismo el que ha llevado a los directivos del juego a pensar en expandir su realidad cada vez más.
Quienes en verdad están metidos en su rol, usaban en un principio camisas rotas, faldones improvisados, guantes, entre otros. Ahora, el atavío no es una iniciativa únicamente personal, sino que pasó a ser una preocupación colectiva que empieza principalmente desde las directivas. Diseño y venta de capas, petos, chalecos, arsenales e incluso cascos metálicos, son algunas de las innovaciones que se tienen en el grupo desde 2004.

Parte importante de este proceso de exactitud histórica y de búsqueda de la realidad en el juego, es producto del trabajo de los herreros de la corporación y sobre todo, del Taller Temático, un espacio en el que se crea utilería, diseño de moda, ilustraciones conceptuales, entre otros asuntos que ayudan a trascender del entretenimiento al ‘recreacionismo histórico’, como ellos mismos lo llaman.
Luego de pasar por distintos nombres, procesos y directivas, hoy, después de ocho años convertidos en tradición para muchos jugadores, la Corporación Cultural Mil Espadas es apoyada por la Alcaldía de Medellín y por ello, en 2010 tuvo una de las participaciones más notables para toda la ciudadanía: la celebración del Bicentenario de la Independencia de Colombia, con una recreación de la Batalla de Independencia sobre el puente de Boyacá en Medellín.

La cita oficial para el juego de rol es todos los sábados en el Parque Obrero de la Villa de Aburrá, a partir de las 2:00 p.m. Sin embargo, en otras fechas también se ofrecen talleres artesanales, grupo de bardos y juglares que fomentan las costumbres antiguas de entretenimiento; grupos de estudio que investigan sobre las historias de los diferentes clanes; eventos y redacción y publicación de la revista de la corporación que cuenta con 10.000 copias.

David Gómez Molina, actual Director General de Mil Espadas, asegura que el paso a seguir por parte de la corporación es buscar más conexiones con otros grupos de Softcombat, que no necesariamente sean de Medellín, sino que estén en otras ciudades del país e incluso internacionalmente. “Lo que además ayuda a apoyar a las comunidades nacientes; pues así no les tocaría arrancar desde cero y tendrían más tiempo para tomar conciencia sobre la importancia del juego y para investigar más a fondo sobre los diferentes clanes”.
Mil Espadas se muestra como una corporación convencida de su ideología: “El patrimonio como conciencia, el patrimonio como base cultural y el patrimonio como herencia y construcción colectiva de unos antepasados que, gracias a la re-creación, sentimos como iguales, sentimos más humanos”

Muestra que hizo la Corporación Cultural Mil Espadas en la celebración del Bicentenario de Independencia en Colombia, recreando la Batalla de Boyacá

¿De la ‘locura’ al auge?
Para muchas personas, la gente  Medieval, los celtas o los Vikingos son personajes que, junto con su historia, han quedado enterrados en los libros de cultura general, historia y literatura. Sin embargo, hay quienes han vuelto a ojear las páginas de los libros que hablan sobre estas y otras culturas milenarias.

Entre muchos juegos de rol existentes, en línea y en vivo, una gran mayoría de jóvenes prefieren aquellos que vienen de la época medieval o de la cultura japonesa, pues aunque ambas historias sean bastante diferentes y se basen en un estilo de vida muy característico y con pocos puntos en común, a los jóvenes les atrae las ideas innovadoras con las que puedan demostrar lealtad en su clan, defender su propia honra y construir amistades que tengan afinidad en el gusto por culturas diferentes y antiguas, a las cuales muchas personas de todas las edades tildan de extrañas.

Gloria Rodríguez, madre de un jugador que lleva poco más de un mes en Mil Espadas, expresa que en un principio se preocupó por la asistencia de su hijo a este juego y su intención de pertenecer a uno de los clanes. “Los golpes y el lugar de juego es lo que me preocupa en el momento. Pero en un principio… la vestimenta oscura, los cabellos largos e incluso el estereotipo de personas que yo creía jugaban Mil Espadas, me asustaba. En el comienzo pensé que en este juego no existían límites algunos, sino que se peleaba, tomaba e incluso pensé que se usaban drogas. Y ahora, aunque mi hijo no me ha comentado mucho, por casualidades de la vida, siempre hay algo a lo que le encuentro relación con la corporación; de hecho, me gusta que se interesen por conocer de otras épocas y así valorar cómo viven ellos en el presente”.
Contrario a lo que dice doña Gloria, no es fortuito que el tema de Mil Espadas se vuelva cada vez más común; pues precisamente desde que reciben el apoyo de la Alcaldía y desde que las directivas se han venido preocupando más y más por hacerse conocer, el juego con sede en la Villa de Aburrá es más reconocido y defendido; incluso por esos vecinos del sector que en un principio rumoraban que eso se trataba de un entrenamiento de la guerrilla o de un grupo al margen de la ley.

A pesar de ser más reconocidos a nivel local y nacional, la mayoría de las directivas y de los que llevan más tiempo perteneciendo a la corporación coinciden en asegurar que Mil Espadas ya no está en auge. Sebastián García, ex jugador, comenta que en este momento el Parque Obrero solamente es llenado por los guerreros en una tercera parte, cuando hace unos cuatro o cinco años, se llenaba completamente. Hoy en día el promedio de jugadores está entre 25 y 35, pero hace unos años alcanzaron a tener en un día hasta 218 combatientes.  Adicionalmente, el hecho de que la Alcaldía apoye el proyecto, trajo consigo más niños de colegio y menores de edad, a los cuales hay que prestarles mucha atención y eso le molesta a los antiguos del grupo.

“Nuestra generación, para mí, es la última generación que creció jugando en los exteriores. Escondidijos, ‘chucha’ y otros juegos nos permiten hoy tomar con más seriedad los juegos de rol en vivo. Las generaciones después de nosotros son y serán más cercanas a los juegos de rol en línea, tales como War of Warcraft o Age of Empires, que fueron precisamente con los juegos con los que la mayoría de nosotros empezamos, pero que no nos quedamos ahí porque preferimos llevarlo más a la realidad y a nosotros como personas”, resume Ximena Soto para asegurar que Mil Espadas no está en el auge esperado.






viernes, 14 de septiembre de 2012

Medellín for everyone

Is Medellin a touristic city? It is right now!
Para los que creen que Medellín es una ciudad solamente de paisas y para paisas, tienen que tener en cuenta que están bastante equivocados. 
Aunque no es la ciudad más grande del mundo, ni la más histórica o natural, ni la más cosmopolita o vanguardista, ni la más famosa, y le faltan muchas cosas… sí es una gran ciudad para unos o una pequeña provincia para otros, que ofrece interminables razones para ser visitada, tomada en cuenta y ser recorrida. Es una ciudad que quiere dar y darse la oportunidad de ser conocida y admirada por personas alrededor del mundo.
Parque de los Pies Descalzos como uno de los sitios turísticos de la ciudad

Sería común pensar que a la que nosotros conocemos como “La ciudad de la eterna primavera”, otros la conozcan tal vez como “La ciudad de la eterna guerra” o quizá sólo como la ciudad que dio vida a Pablo Escobar. Sin embargo, el concepto que deja en las personas, muchas veces no es tan apegado a la violencia, las comunas y la droga; en realidad, hay muchos otros aspectos y razones a las que el Valle de Aburrá está ligado.
Se ha vuelto cosa del diario, ver pasear por “nuestras” calles, ver rumbear y tomar en “nuestros” bares o estudiar en “nuestras” universidades, a personas que a leguas reconocemos como extranjeros.
Europeos, norteamericanos y suramericanos son quienes más se ven en los paisajes urbanos de Medellín y últimamente, aunque en menor medida, los asiáticos cada vez acuden más a esta zona. En todos y cada uno de ellos, podemos encontrar inimaginables porqués de estar visitando ‘nuestra’ ciudad.
La razón que primero se nos viene a la cabeza, es que aquellos personajes de otros países vienen a visitarnos por simple turismo. Por conocer, pasar un buen rato y apersonarse del estilo de vida que llevamos los paisas. Tal es el caso de Ian, un belga radicado en Suiza que ya ha venido siete veces a la ciudad y que le encanta el clima y la gente; pero sobre todas las cosas su principal razón de visita es la buena rumba que la ciudad le ofrece, el movimiento y el continuo trajín (incluso a veces desordenado) que no hay en el lugar de donde viene, al que él llama como un país aburrido.
Sin embargo la rumba no es la única guía turística. Están los pueblos, parques, el centro de la ciudad y cómo negar que también está nuestra historia oscura; esa que los nativos a veces intentamos tapar, pero que los extranjeros quieren conocer cada vez más. Está John, quien vino directamente desde Phoenix, E.E.U.U., para lograr palpar por lo menos una parte de esa realidad que ha conocido un poco a través de libros y documentales. Por supuesto la Hacienda Nápoles fue lo que más disfrutó de su tour.
Medellín tiene un aspecto por el que también es bastante reconocido: sus mujeres. Esto nos puede servir como un arma de doble filo; las mujeres pueden ser bellas como personas comunes y corrientes o ser bellas como damas de compañía. Para el primer caso encontramos a Mario, un mexicano que vino a Medellín con el fin de conocer a la familia de su futura esposa y de proponerle matrimonio “como debe ser”, según él. La segunda vez vino a casarse y a pasar tiempo valioso con su familia paisa, su segunda familia. Y con una situación parecida está Stefan, un joven suizo que vino a la ciudad para visitar a su prometida, una paisa. Él no tenía expectativa alguna con Medellín, pero asegura que aquí está muy bien. Recorre distintos lugares en la ciudad y en los pueblos, pero eso sí, sin desamparar nunca a su novia de la que dice estar muy enamorado. Le gusta tanto la ciudad, que inclusive, no descarta hacer su proyecto de vida, más tarde, en la ciudad de origen de su compañera.
Mario, mexicano, y su esposa Victoria, colombiana

Una nueva moda basada en muy buenos argumentos de calidad e innovación es el turismo de salud; ese que incentiva a personas de distintos países a hacerse tratamientos estéticos, orales y de corazón, en clínicas como el Pablo Tobón Uribe y la Santa María, que a la hora de compararlos con los tratamientos extranjeros, aquí se pueden encontrar con algo ‘bueno, bonito y barato’.
Por otro lado, la violencia y la niñez abandonada son dos problemas que, sin orgullo alguno de estas malas situaciones, atraen a muchos extranjeros. Por ejemplo Krysa, una psicóloga y política griega ha trabajado en la ciudad y en el departamento por varios meses ya. Dice que la gente es muy amigable y le impresiona que acá todos los espacios estén tan militarizados, además de la pobreza que tanta tristeza le causa. Sin embargo, a pesar de que ella conoce una cara difícil de la ciudad y del país como tal, ve el estudio aquí, como una opción bastante llamativa.
Otro caso que tiene como razón el trabajo, es el de un argentino que por seguridad prefirió no identificarse. La primera vez que vino a la ciudad, fue en época de navidad y eso lo atrajo mucho; luego, por asuntos de trabajo se quedó más de lo esperado en la ciudad; donde ha logrado buenas amistades, pues como él dice: “es una ciudad que convive mucho con los extranjeros”. Él viaja continuamente a la ciudad y dentro de sus posibilidades está quedarse a estudiar en la universidad, pues es económico y cómodo.
Para el problema de la niñez en abandono, Medellín, aunque no tanto como en Bogotá o como en otras ciudades capitales del país; ofrece programas y fundaciones que ayudan a la adopción de niños nativos. Así lo es en el caso de Amira y John, una pareja que viene desde Australia para mostrar a Lorena, su hija colombiana adoptada, cuáles son sus raíces y de qué lugar viene. Ellos pretenden estar viniendo constantemente; primero para que Lorena no olvide sus raíces, y segundo para ayudar en lo que más se pueda con esta problemática que atraviesa el país hoy en día.
Lorena, adoptada por una pareja de australianos, juega mientras conoce algunos pueblos de Antioquia

Cuando algunas veces Medellín parece como un mal lugar para vivir, hay personas que lo rescatan y lo buscan como refugio a sus problemas, a su familia o a su país. Carlos, un venezolano, lleva viviendo en la ciudad unos cinco años. Él le huyó a su país pues no veía un futuro prometedor allá y decidió venirse a Medellín, en donde ya tiene un negocio próspero y una vida buena y segura. Muchas cosas de su vida son una mentira, necesita esconder su identidad para su país de origen, y es por eso que cuando va, lo debe hacer de la forma más cautelosa posible. Dice querer quedarse siempre en Medellín y que entre sus próximos planes está traer a su familia para la ciudad y casarse con una paisa que le ha ayudado en los momentos más difíciles y desesperantes.
Como muchas veces en la vida, lo planeado nunca termina haciéndose así. No falta el que haya venido a Medellín por una razón y se haya quedado por otra totalmente distinta, o simplemente las razones no se cambian sino que se adhieren otras más.
Reza Yafarizad es un iraní que sólo conocía del país gracias a los libros de Gabriel García Márquez, quien causó en él la imagen del lugar como una selva amazónica, pero cuando llegó acá quedó fascinado, nunca se había imaginado que pudiera ser una ciudad tan moderna. Su primera razón para venir a la ciudad fue para trabajar en el comercio, a lo que se refiere como un campo bastante difícil de entrar y pertenecer. Pero luego  llegó su otra razón: una compañera colombiana con la que ya lleva casado un poco más de cinco años. Rescata que en Medellín siempre se siente tranquilo y feliz; que aquí encontró la verdadera felicidad, pero por el contrario, le cuesta mucho acomodarse a la cantidad de carros y de contaminación que día a día aumenta.
El caso de Mark, un inglés, tuvo también un final diferente al que había pensado. Él llegó a Colombia después de haber estado como mochilero por toda Suramérica. Antes de salir a su expedición oyó que Medellín era un lugar muy peligroso para vivir, pero cuando la conoció y la vivió de cerca, le quedó gustando tanto que decidió vivir acá por un tiempo y decidió también iniciar clases de español, que es básicamente lo que hace en este momento.
En fin, como decíamos al principio, el número de razones para venir a Medellín es directamente proporcional con el número de personas que la visitan.  El factor común en los extranjeros, es que la mayoría vienen por recomendación y no por iniciativa propia. Sin embargo, cuando llegan, lo único que quieren es extender su estadía lo que más se pueda. Lo que nos indica que Medellín aún no es una ciudad del “Top” a nivel mundial; no se da a conocer mucho, ni tiene algo tan especial como para que todos alrededor del mundo la conozcan y además, quieran visitarla. Pero a pesar de esto, Medellín se la juega toda para amañar a quien se atreve a conocerla, para dejar en las personas un recuerdo imborrable. Para que, aunque sean extranjeros se sientan como en casa y consideren a la ciudad tal vez, como su segundo hogar, aquel al que pueden ir y venir cuantas veces quieran.
Collage de la 'Ciudad de la Eterna Primavera'
Imagen tomada de http://es.wikipedia.org/wiki/Medell%C3%ADn
                                                               
                                                       
                                                  

Central Ganadera, orgullo de arrieros


      Video Institucional del Programa Arrieros de Profesión de la Central Ganadera
Francisco  Rojas es un señor delgado y moreno, que con bastante orgullo viste su uniforme de la Central Ganadera para que no haya duda alguna de que él hace parte de ese equipo. Es amable y servicial, pues a pesar de que el administrador de la Central nos puso un poco de problema para investigar, a Francisco no le importó y nos concedió una entrevista en la que siempre sonreía y usaba su muletilla que no había de faltar: “prácticamente”.
El trabajo en la central ganadera es de lunes a lunes y como él dice: “se sabe a qué hora llega pero no a qué hora se sale”. Él llega a trabajar desde muy temprano y sus labores dependen del día de la semana.  El domingo es la descarga del ganado,  el lunes se recibe y se pesa en la mañana.  Después del pesaje Francisco organiza a los animales para sus clientes y para las subastas, y por la tarde revisa los tiquetes de cada res para saber cuáles tienen que ser llevadas a sacrificio. Los martes y miércoles se hacen las subastas y el resto de semana es para hacer mantenimiento a los corrales e instalaciones.
La relación entre el arriero y el cliente, o ‘carnicero’ como lo llaman ellos, es bastante personalizada. Cada arriero tiene que estar al tanto del ganado de ciertas empresas y por eso debe recibirlo en pie, marcarlo, organizarlo y entregarlo en canal, osea entregarlo listo para el sacrificio.
Cuando Francisco habla del proceso de la Feria Ganadera y de las funciones que él tiene en ésta se enreda un poco, es como si no las diferenciara bien; pero la realidad de lo que pasa es que él hace de todo un poco y además intenta hacer su trabajo no sólo bien, sino también rápido para poder ayudar a sus demás compañeros.
Hablando de la rutina, los procesos y algunos ‘datos curiosos’ de la Central Ganadera, Francisco contó que la mayoría de los animales llegan desde la Costa Atlántica y que un viaje, o ‘puño’ como dicen en su jerga, trae entre 12 y 15 animales que normalmente rebajan de 30 a 40 kilogramos durante el viaje. Por aparte está el ganado descartado, que es el compuesto por animales  que están ‘palmados’; significando esto que  no aumentan más peso o que no crían.
Generalmente el ganado llega el domingo y se subasta el sábado y es eso a lo que los arrieros llaman ‘tiempo de cuarentena’ pues en esos días a los animales sólo se les da agua. Sin embargo gracias a las capacitaciones que los trabajadores reciben, se han mejorado estas medidas y por eso a partir del día miércoles se les alimenta también con cuido.
A los trabajadores de la Central de Ganado, que son aproximadamente 5000 ó 6000 entre arrieros, comisionistas y otros; se les capacita cada quince días sobre  temáticas  como las enfermedades, el manejo de los animales, el trato con los animales y el trato con el cliente. Francisco destaca y agradece mucho que la feria esté siempre en miras de capacitar a su personal e innovar en los procesos e instalaciones.
Para Carlos Mario Londoño, carnicero, la Central Ganadera de Medellín es muy buena y lo que más sobresalta de ella es que cuenta con tecnología de calidad; especialmente su máquina de lavado de mondongo y entresijos.  A esta opinión se suma la de Hermes Solano, ganadero y juez de ferias de ganado, quien dice que la Central Ganadera de la ciudad es buena y es considerada como una de las dos ferias más importantes del país, después de la de Bogotá. Sin embargo, a juicio de Hermes, “la feria todavía maneja el lema de oferta contra demanda y es ahí donde se pierde la estabilidad y la proyección. Por lo tanto comienzan a influir factores externos como el clima, las vías y el poder adquisitivo”.
Con sus más de 20 años de experiencia, Francisco Rojas, un arriero de profesión,  asegura que ésta es la “mejor feria que ha existido… esta feria es una bendición”, pues aunque a la feria no se vaya a conseguir plata, si permite sostener su casa.

Breve historia de mi curiosidad

Por curiosidad, acompañada de tentación, Eva tomó del fruto prohibido y fue condenada por sus actos. También se cuenta, que ‘la curiosidad mató al gato’; ¿A cuál gato? No lo sé. De hecho, la frase original empezó a usarse en Inglaterra en el siglo XVI y decía ´care kills a cat’ o ‘el cuidado mató al gato’, haciendo alusión a que el exceso de cautela o preocupación puede no ser tan benéfico. Luego la palabra ‘cuidado’ fue cambiada por ‘curiosidad’ y ha permanecido así hasta hoy en día.
Aunque mis padres poco me regañaban, porque pocas razones les daba, porque poco inquieta era; en la escuela sí oí regaños ajenos, sí oí que ‘la curiosidad mató al gato’ y después de recibir tanto aquel discurso entendí, aunque hoy sé que no es verdad, que en el Siglo XX ya todo se conocía. La historia, la biología, la informática e incluso la religión, era tal cual como la decían y explicaban mis profesores. Aprendí que el cielo y el mar son azules, las rosas rojas y las hojas de los árboles verdes; que el arcoíris solo podía ser coloreado con siete colores, ni uno más, ni uno menos.
Probablemente el hombre primitivo también pensó que recoger frutas y cazar animales era lo más innovador y lo ‘último en guarachas’. Pensamiento que pasó por el hombre de la edad antigua, la edad media, la moderna y la contemporánea, siendo esta última, la edad en la que yo vivo, en la que yo dejé la curiosidad en un tiempo de anestesia, en el que no me interesaba por trascender, sentir, percibir… exprimir cada momento de la vida.
Luego de unos años, cuando en el colegio  me empecé a perfilar como una líder a la que le gustaba el periodismo, cuando tuve la oportunidad de sensibilizarme con las situaciones de otras personas, cuando por obligación tuve que comportarme más madura de lo habitual, cuando me pellizqué y me di cuenta que observar más allá de los 120 grados que alcanza a ver la vista humana, me podría dar beneficios sobre cualquier otra cosa, decidí ser autodidacta y autónoma en mis intereses y percepciones.
Pues bien, después de haber observado con cautela y precaución, de haberme dejado sorprender, positiva y negativamente, por tantos detalles que hay en lo sencillo de las personas, los lugares y las situaciones, reconocí que la curiosidad sumada a la inteligencia, puede resolver los porqués, no solo míos, sino de la comunidad e incluso, de un gran grupo en la humanidad; lo que me permite acudir menos a las supersticiones y más a las verdades, que sin necesidad de ser absolutas, son producto de la curiosidad y me acercan más a mis propósitos de ser una periodista y mujer que, como dice Juan Luis Mejía en su texto ‘El culto al avispado’, “indague con sentido, sea eficaz y pertinente”.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Medellín, ciudad 'sabadófila'

Lunes, martes, miércoles, jueves y viernes son sinónimos de uniformidad en Medellín; de caras largas y cansadas; de negros, grises y blancos; de obligaciones, de rutina, de tradición, de reserva, de parecer que se está bajo un poder autoritario que poco permite que aparezca una ‘oveja descarrilada’. Sin embargo, a pesar de ello, sábado, sábado y domingo se viven al triple, se quieren alargar y nunca terminar; se visten de alegría, de colores, de buenos modales y la mayoría de las veces, de incontrolables risas, de anhelada felicidad y de una cuasi libertad.

“El Metro es lindo, pero para mí solo funciona el fin de semana”

Súbitamente su rostro cambió. Su boca y labios son grandes, su dentadura parece haber sido objetivo de un tratamiento de diseño de sonrisa, sus ojos son grandes y negros, sus pestañas largas y crespas, su nariz ancha, sus mejillas redondas y rellenas, su rostro definitivamente no debería estar enmarcado en un color de piel diferente. La tez negra le queda bien, armoniza con su amabilidad, alegría y expresividad. Pero repito, su rostro cambió; cambió a ser inexpresivo, triste y nada llamativo.
“¿Qué el Metro nos sirve a todos? ¡A mí no!, o sea que no es para todos”.
Dioselina llegó a Medellín hace varios años; ella y su familia son de Istmina, Chocó y ahora viven en el barrio 12 de octubre. Tiene dos varones pequeños, es quien ayuda a su mamá y hermana a comprar el mercado para su casa. Trabaja como empleada doméstica.
En sus primeros años en la ciudad comenzó trabajando en el sur y “de tanto montar en Metro, quedé odiándolo. Lo único que envidio del Metro son a las que hacen el aseo, porque eso sí, el trabajo no es tan pesado para limpiar”, dice entre risas irónicas y mientras juega con las extensiones amonadas que tiene en el pelo. Los tumultos, la grosería, los robos, las caricias no deseadas e inclusive el racismo que alguna vez le tocó aguantarse, son razones para que la cara de Dioselina cambie repentina y drásticamente del amor al odio.  Mientras trabajaba en el sur, su recorrido duraba de sol a sol. Caminata, escalas, bus, Metro, bus y caminata era su itinerario. Cuando por fin volvía a su casa, era malgeniada, perezosa, aburrida. Sus hombros y brazos ya no tenían fuerza alguna, sus pies arrastraban; sin importar lo oscuro de su piel, las ojeras se notaban, su boca era seca y en casa sus hijos esperaban por un tiempo valioso con su madre, pero Dioselina solo anhelaba ir a su cama y “caer dormida como una piedra”.
“Gracias a Dios pude conseguir un trabajo más cercano a mi casa. Por allí por Robledo”, concluye y sonríe, y mientras eso yo puedo notar los ‘huequitos en sus mejillas’, esos que por la seriedad de antes no había detallado y ahora me parece que son muestra de la felicidad que tiene en este momento de su vida. Armonía familiar y laboral son aspectos que la hacen “una negra sabrosa” a la que el único día en el que no le choca montar en Metro es el sábado.
-¿Por qué?- pregunto yo.
- ¡Jmmm! Porque ese día en el Metro todos son más amables y el ambiente es mucho más familiar y de compinches. Son menos groseros, menos problemáticos y más caballerosos y amigables.
Quien pueda, que entre y vibre
Sushi, rock, reggae, cerveza artesanal, coca cola, asados, sándwich, pufs, mesas con mantel, personas acostadas, cantantes, bailarines, cuero, camisetas ecologistas, saxofón, tambores. Todo hubiera podido encajar en el Jardín Botánico mientras sucedía Vibra mi Tierra 2012; todo sí. Pero no todos. Quien no tuviera mínimo veinte mil pesos para pagar la entrada, no sabría a qué se debía el bullicio que había en el Orquideorama.
Sin embargo los negocios de los alrededores del Jardín Botánico no se pueden quejar. Quienes no tenían dinero para entrar al evento o para consumir una cerveza de 4000 pesos o un chorizo de 8000, se quedaron junto al Parque Explora comiendo algodón y chuzos de 2000 pesos y desvistiendo a los niños para que pudieran jugar en los chorritos de agua que por allí hay.
Todo ese sector norte de la ciudad es referente para las personas. Hay lugares muy frecuentados, pero ese sábado la zona no cumplió con la premisa de inclusión con la que siempre se abandera. Ese sábado mientras los favorecidos monetariamente, degustaban de un evento cosmopolita en el que es permitido cada vez más un toque globalizado y europeo, los menos adinerados gozaban de la música que salía de las heladerías y los puestos de perros calientes que deambulan por ahí.
En las afueras del pulmón de Medellín, lo más caro eran los globos de helio de personajes como Hello Kitty, Cars o Rosita Fresita, cuyo valor que ni  siquiera equivalía a la mitad de lo que valía saciar un antojo en Vibra mi Tierra.
Sin embargo, no sirve de mucho centrarse en esta comparación en ese preciso momento, pues no vale la pena intentar equiparar los ratos de ocio de las personas si al fin y al cabo están felices y tranquilas.
Entonces, un tímido ¡hurra! Por Vibra mi Tierra 2012. Un ¡qué viva! por la tranquilidad y la unión que se vio en el evento, por el sano esparcimiento, por las familias y parejas que allí estuvieron, por el impulso a artistas que no son tan comerciales, por cierta pluralidad y cambio a lo tradicional, por hacer vibrar a quienes asistimos y a nuestra tierra.
Vallejo y su café narran la ciudad
Aníbal Vallejo acompaña la historia de Medellín con libros e imágenes que decoran su café
imagen tomada desde la página del Café Vallejo en una red social

“¡Ay!, qué pena con usted. Se me olvidó ofrecerle algo de tomar” dijo mientras, ‘a las carreras’, me acompañaba a la salida de su negocio cuando ya habíamos acabado de platicar según él; pero yo quería seguir oyendo sus historias y anécdotas.
Aníbal Vallejo, dedicado a su negocio, el Café Vallejo y a la defensa de la protección de los animales, me intriga y me hace sentir cierto miedo a hablar con él. Su voz es grave y sus palabras cortantes.
-       Buenas noches, ¿Qué se le ofrece?, dijo con cierto desdén. Supongo que la razón de esto es asociarme con una simple estudiante universitaria.
Cuando me sugirieron visitar el café y entrevistar a quien es hermano de Fernando Vallejo yo estaba cerca y decidí ir a echar un vistazo. No había oído nunca sobre Aníbal Vallejo el artista, o el docente, o el negociante o el protector de animales. No había visto nunca esa mirada tan extremadamente fija, ni siquiera por fotografías. Sus pupilas oscuras y dilatadas, sus cejas pobladas y entreveradas de canas, su ceño fruncido y sus gafas puestas justo casi en la punta de su nariz. Jamás lo olvidaré, la parte superior de su rostro perfectamente refleja lo que la parte inferior, o sea su boca, expulsa de forma tan seca y distante. Me lancé al ring.
-       ¿Usted es Aníbal Vallejo?
-       Sí, ¿Por qué?
Me presenté, le comenté el trabajo que estaba haciendo en ese momento y algo desconfiado, él tomó mis datos completos y los anotó en una pequeña libreta que ya tenía escritas varias páginas.
Era mitad de semana y aún así el café estaba completamente lleno e incluso tenía unos extranjeros invitados. Nos sentamos en una mesa para dos que se situaba en una esquina, rodeada por cuadros de la Medellín de antes y del café. Un espacio que ambientaba bastante bien nuestro tema de conversación: Moravia.
“Cuando enseñaba Artes Plásticas en la Universidad de Antioquia, me llevaba a los estudiantes para Moravia, porque allí sí que se podían empapar de algo diferente de ciudad. Lo podían ver y vivir, y no solo percibir el hedor a basurero que llegaba hasta los salones. Moravia era un polvorín, ha ido mejorando en el entorno y ahora es un ejemplo, claro está de lo que no se debe hacer… esta es una zona que ha tenido cambios muy drásticos, como casi todo en la ciudad, porque aquí no hay planeación urbana, sino que todo se ‘hace a la loca’”.
Hablamos por más de una hora, pero su continuo movimiento de cabeza para mirar hacia la caja, me hizo entender que aunque yo no quisiera, ya era hora de partir. Un mes más tarde decidí volver, pero en la noche de sábado. Quería tomar un café frío y ver el ambiente del Café Vallejo el fin de semana; no como una estudiante, sino como cliente. ¡Oh sorpresa, todo era igual! Su mirada, su forma de atender, sus palabras cortantes, su sobriedad y su conocimiento acerca de la ciudad y los referentes de ésta, eran exactamente los mismos: expresados de la misma manera.
Otraparte y sus partes
Para Manuel Guzmán Hennessey, escritor, periodista de opinión y profesor universitario, Otraparte es “noción de libertad, espacio íntimo para el cultivo de aquello que los griegos llamaron calogaitía: lo bello, lo bueno y lo inteligente” y permítame comentarle, aunque probablemente ni lo llegue a saber, yo estoy completamente de acuerdo con su punto de vista.
Es la noche de sábado y lo que se vive en Otraparte hace perfecta alusión al modelo Sistémico del que se habla en tantas ciencias. Otraparte hace parte de un conjunto y a la vez de Otraparte se derivan subconjuntos. En su totalidad Otraparte el sábado es el resultado de la relación e influencia de todas sus partes.
Entonces, después de la teoría, ¿Cómo es la realidad en Otraparte? Es un oasis en medio de avenidas, bullicio y más comercio. La sesión de videoDJ dirigida por aquel dj catalán que pareciera que luego de comentar una canción, calma la sed cuando fuma un cigarro y remata con un trago, es el clímax de la noche. El parqueadero no da abasto, las luces del interior del café delatan a quienes ya son víctimas del trago, pero las lámparas de mecha que están en las mesas de afuera, son las únicas testigos de los momentos que viven quienes las acompañan.
Cada mesa, cada trago, cada plato hacen parte de todos los mundos que en Otraparte convergen. Es lugar para romances, amistades, debates, mesa redonda, conocimientos nuevos, discrepancias, canto, filosofía, gula, placer, etc. Ese sábado no fue familiar, ni muy comercial, ni muy fiestero, simplemente fue otra opción, otra cara, otros temas, otra música, Otraparte.
Y entonces, ¿qué harás, descubrirás, amarás u odiarás el próximo sábado en Medellín?

Moravia: sinónimo de cambio

En este momento siento una gran confusión en mis pensamientos y corazón. Por ratos estoy alegre, pero de repente la tristeza e inclusive algunas veces la rabia, me toman por sorpresa y hacen que me sofoque y me de sed. Ustedes se preguntarán ¿qué está pasando en mi vida? ¿Por qué me estoy sintiendo así?
Pues bien, aunque no soy humano, mis sentimientos son muy parecidos a los que muchos de ustedes tienen de vez en cuando y creo yo, deberían sentir más a menudo.
Lo que pasa es que apenas a mediados de 2012 cumplí 72 años de mi vida útil, o sea que todavía me faltan como mínimo unos 28, pero si asuntos como la obsolescencia programada o la falta de conciencia de las fabricas sigue así, podría tardarme hasta casi mil años más en este planeta, en esta forma y en este color.
Sí, sin más rodeos les contaré... soy una botella de plástico fabricada en la década de los 40. He pasado por muchos lugares, he estado al aire libre y también enterrada. Dentro de mí, he tenido diversos líquidos y objetos; sin embargo, hoy en día, estoy viviendo en una ‘chatarrería’ o centro de reciclaje, en el cual me mantienen limpia y transparente, lo que me alegra porque me permite ver, sentir e incluso oler lo que pasa a mi alrededor, o sea la Comuna 4 de Medellín.
Ahora sí, quiero contarles el porqué de mi dilema. Después de siete décadas de vida, he estado al tanto de muchos acontecimientos de la zona, lo que no me hace sentir para nada orgullosa, pues apenas hace poco, estos hechos han transformado la ciudad de manera positiva. Sin embargo, me gusta estar viva para contarlo, pues quienes sepan de mí, pueden aprender lo que no se debe hacer y en ese momento, cuando haya ayudado a crear la suficiente conciencia, quisiera ser reciclada y convertirme en algún objeto al que sí le toque ver una transformación favorecedora, esa por la que tanto luchan y por la que tanto esperan los habitantes de la zona norte de la ciudad.
A mitad del siglo XX Medellín era un poblado pequeño, de costumbres pueblerinas, que luchaba por transformarse en una ciudad de talla internacional. Tenía varios parques emblemáticos y estos eran vecinos de las familias más prestantes de la ciudad. Todos eran abiertos, exceptuando el Parque Bolívar que tenía rejas para ejercer algo de control sobre el ingreso. La primera vez que salí de mi punto de fabricación, llegué a una de las heladerías que estaban en el centro de la ciudad y allí, tiempo después, me compro un señor que trabajaba en el sector y era quien manejaba los caballos que aún se veían pasar por ciertas zonas.
En ese entonces, yo era una botella de agua, él se la tomó y me llevó a su hogar como un regalo para su hijo menor, con quien pasé jugando muchos años. Inclusive lo acompañé durante toda su juventud. Un día, mi dueño y amigo, decidió ir al Bosque de la Independencia con sus primas y hermanos. Allí hice parte del picnic, pero mientras ellos montaban canoa en el lago, alguien me tomó sin pedir permiso y me llevó consigo.
Era una señora que después de reutilizarme cientos de veces, me regaló a un amigo suyo que tenía un taller de metalmecánica en Moravia, un barrio muy cercano a donde está el Jardín Botánico. A unas escazas cinco cuadras. El lugar al que me llevaron no me gustó mucho porque era desaseado y anti-higiénico. Además este tipo de negocios en su mayoría no eran legales y por ello trajeron comercio ilícito, ‘deshuesaderos’ y contaminación.
Después de estar allí por unos cuantos meses, me intenté escapar y quise rodar por la curva del bosque, sin tener conocimiento que el sitio era de drogadictos y prostitutas. Sin embargo, antes de llegar a la curva, un anciano me atajó y me invitó a ir a su casa. Su aspecto era muy amable y por eso acepté irme con él, pero en el mismo recorrido rumbo a su casa, su olor se me hizo inaguantable. Al llegar a su rancho entendí muchas cuestiones que me había preguntado durante el camino.
Él era uno de los tantos que vivían en la única montaña artificial hecha con basura en Colombia. Por supuesto no es motivo de orgullo ni mucho menos.  Allí me tocó vivir por muchos años. Compartía mi refugio con ratas y carroñeros, enfermedades y muchos indigentes que constantemente merodeaban por allí. Sin embargo, como yo soy hecha de Tereftalato de Polietileno, no soy fácil de roer y los microorganismos no me atacan. Es tal vez por esto, que hoy aún estoy viva para contar la situación de Moravia, ese lugar que hoy está llena de personas emprendedoras que quieren cambiar su estilo de vida y su influencia e identidad en los temas de ciudad. 
 Por mucho tiempo mi vida fue muy aburrida en la cima de aquella montaña que aún hoy me da tristeza ver. Desde lo alto de ella veía cómo el tren pasaba y llevaba a los extranjeros que se quedaban anonadados con el lugar. Conocía muy de cerca y por mis propios ojos, la situación que vivía la terminal de transporte con su muchedumbre  y  el Cementerio de San Pedro, el cual en sus días fue un lujo, pero ya es un lugar de tercera o cuarta categoría  al que casi todos asisten por arraigo y no por satisfacción.
Viví muy de cerca la competencia desleal que las empresas transportadoras y de buses le fueron haciendo al tranvía eléctrico, lo que terminó por acabar con él. Escuché una y otra vez, todas las propuestas y promesas que hacían los candidatos a Alcalde y me entristecía cada vez que sabía que al cabo de su elección popular, ninguno de ellos volvería a cumplir lo que prometió.
No obstante actualmente hemos sido un poco más conscientes de nuestra historia y espero no esté condenada a repetirse.
Es este el momento en el que desde la casa donde me reciclan, cerca al Parque Explora, puedo entender que todos los proyectos de los últimos años se han concatenado para transformas la zona norte que tanto deterioro ha sufrido. Hoy en día, yo también he ayudado a mejorar el entorno en el que vivo, a planear el futuro del sector y a volverlo un lugar donde toda la ciudad pueda venir a incluirse y empaparse de Medellín y su camino, ahora sí, para una ciudad internacional, más responsable y desarrollada en todos los aspectos.
Imagen del Centro Cultural de Moravia
Imagen tomada de http://mde11.org/?page_id=307
                                   

domingo, 2 de septiembre de 2012

Conciencia de una vida normal


Su nombre es Sandra Patricia Rodríguez Londoño y el próximo octubre cumplirá 37 años. Es un personaje bastante conocido en Fredonia, un pueblo al suroeste de Antioquia. Su diario trajín, por muy rutinario que parezca, está siempre limitado por el estado en el que se encuentre su mente.
‘Paty’, como la llaman todos, es una mujer de estatura media y contextura un poco ancha. Su piel es trigueña y para completar su sonrisa le faltan unos cuantos dientes; sin embargo esto no es razón de tristeza para ella.
En los últimos dos años los días de Paty han sido mucho más tranquilos. Desde que se levanta en la mañana, su control empieza con dos pastillas acompañadas de un pan o una aguapanela, y si doña Amparo, su mamá, ha contado con suerte, tal vez alcancen a tener el privilegio de desayunar una arepa.
Luego del desayuno llega la hora del baño, que gracias a que los controles ya son cada dos semanas se ha vuelto más fácil: con menos puños y pataletas. Al terminar de arreglarse, Paty acompaña a su mamá a llevar a la hija de su única hermana a la guardería y cuando la dejan allí, Paty se devuelve a su casa a darse una siesta, pues uno de los efectos de la droga es que queda dopada y le da mucho sueño durante el día, lo que hace que este se trastorne por la noche y que ella sea un poco más inquieta.
Hay días en los que Paty decide quedarse en la casa y no salir, o tal vez salir un poco más tarde. Esa idea le agrada a su madre, no porque ella la quiera encerrar, sino porque se podría evitar varios problemas a los que Paty se pueda enfrentar.  
A diario, cuando Paty se va a caminar por el atrio de la iglesia Santa Ana, la iglesia central, hay gente que la invita a comer cono o tinto; hay otros que le dan mejor la plata para que ella se la gaste en lo que quiera. Sin embargo, siempre hay unos cuantos, los maldadosos, que la motilan a su manera y que inclusive un día cualquiera le dieron fríjoles con ají pique, lo cual hizo que Paty se indigestara y nunca más volviera a recibir fríjoles, aunque todos los días le ofrezcan en el restaurante.
Cuando va cayendo la tarde, la situación se empieza a complicar un poco más, pues Paty es más vulnerable a las propuestas de los hombres: ir al cerro Combia por una moneda de 200 pesos es la propuesta de ‘El duende’ y otro caso es el de un señor de edad que se mantiene por los lados de los bares y las heladerías y quien hace que Paty por cualquier moneda se alce la camiseta.
Doña Amparo, ´La mona´, siempre anda preocupada por lo que le puedan hacer a Paty, y aunque a estos dos señores ya se les llamó la atención, ella dice que todos los días aparece uno nuevo; algunas veces con propuestas bastante indecentes. Por lo que decidió, hacer operar a Paty y así evitar que ella quede en embarazo.  
Se va haciendo de noche y ‘La mona’ va y busca a su hija por los lados del atrio para llevársela a  casa, pues pronto necesitará su última pastilla del día. Es gracias a esa pastilla que el día a día de Paty sea más calmado y menos violento, tenga menos problemas con la gente.
Efectivamente Paty es una orate; sin embargo, se ha ido concientizando mucho de su enfermedad y es ella misma quien le recuerda a su madre que se está volviendo a alborotar,  y que, aunque le tenga pánico, hace falta la inyección.


El Ying-Yang de 'chucho'

En toda la mitad de la cuadra, justo ahí, en frente del Parque del Periodista, está un bar que  llama la atención, pues la unión de varios ambientes diferentes hace del ambiente en general, algo singular.
Al ingresar, las paredes son los primero que captan mi atención. Varios artistas de la ciudad han plasmado allí diversos estilos y conceptos. Justo al entrar, la primera pintura hace alusión a algunos personajes importantes del rock y a otros tantos como Mozart y Jesús, quienes comparten unas cuantas copas en las mesas de un bar.
Este lugar cuenta con dos pisos. En el primero, hay varias mesas donde los visitantes, en general académicos y artistas, toman unas cervezas y comparten opiniones de cuanto tema se les ocurre. En la segunda planta el ambiente es un poco más acogedor y privado. Ya no sobran las mesas, sino los butacos y los puffs  que logran que el invitado descanse y se relaje del trajín que, tal vez, acaba de finalizar.
Para quien tiene ganas de sentir el gusto del buen Rock, el bar Viejo Vapor ofrece a todas las personas una locación y un servicio agradable, acompañando el rato con unas cervezas y videos de rock transmitidos en video beam.
El hecho que este bar esté en medio del Parque del Periodista, un sitio habitual para los excesos de droga y alcohol, y tenga en sus paredes mensajes referentes a la no aceptación de la violencia intrafamiliar, las drogas o el sexo descuidado, representa perfectamente lo que es la esencia de su dueño, Jesús Hermilso Echeverri Tobón.
Hijo de Jesús Octavio Echeverri Duque y María Eugenia Tobón Gómez, Jesús Hermilso es el propietario de este bar desde hace dos años. Él dice reconocerse como ser humano cuando se relaciona con los demás y hace caso a la naturaleza social del hombre. Es por eso, que en medio de tanta vestimenta negra y caras serias o drogadas que abundan en el parque, este hombre desde su bar nos recibe con una sonrisa bastante amplia y con un caluroso ‘bienvenidos’.
Nos invita a detallar y a disfrutar de su bar, al que le pone alma y corazón además de las cosas que ha hecho en su administración. Video beam, nuevo rock, nuevas pinturas y una programación cultural mensual, son algunos de los elementos característicos del bar en este momento.
A sus 58 años y con dos hijos de 30 y 33 años, este economista de la Universidad de Antioquia, filósofo de la Universidad  Santo Tomás de Bogotá y escritor y poeta empírico, es una persona tan polifacética que se puede simbolizar con varios de los personajes que decoran los mosaicos de su bar.
Nacido en Montegrande, hoy La Ceja; alto, de cabello largo y con pocas canas, con un arete en su oreja izquierda, con bigote y barba desordenada y vistiendo de forma informal, nos cuenta que lo altera la gente incumplida, las personas que hablan con él y no le prestan atención, y sobre todo, el maltrato y el irrespeto a los demás.
Apasionado por muchas cosas en la vida, amante de la música clásica y del Rock como el de Black Sabbath o Rolling Stone, disfruta de lugares tan distintos como lo son el pleno centro de la ciudad y el campo. Vive en Santa Elena, un lugar campestre y frío, donde practica una de sus pasiones como lo es la agricultura. Sin embargo, para él, el centro de Medellín es el principal referente del encuentro con los amigos, los libros y el teatro, y este es el motivo por el cual todos los días a las diez de la mañana baja desde su casa ubicada en este corregimiento de la ciudad, famoso por ser frío y por ser cuna de los silleteros de Antioquia.
Resumiendo muchos aspectos de su vida, sus estudios, su familia y trabajo, 'chucho' trata de equilibrar todo y así obtener cada vez más razones para mantener su sonrisa y calor humano intactos.

Pulmón de Medellín: patrimonio de los niños


Festejo en las épocas de El Bosque de la Independencia

¿El Bosque de la Independencia?, “¡pues claro! era el lugar de paseo de todo Medellín” dice don Hernando Vélez, quien ahora está cercano a cumplir ocho décadas de vida y reside en el barrio Laureles.
Entre risas  dice que aunque en ese momento no eran tantos habitantes como ahora, el Bosque de la Independencia lograba en su época, entre 1940 y 1945, reunir a “los ricos, los de clase media, los no tan pobres y los pobres”. 
Cuando él tenía unos 10 o 12 años, a su familia le encantaba ir a tardear a lo que hoy es el Jardín Botánico de Medellín. Y a juzgar por su voz, su entonación, su entusiasmo y su pasión al hablar del tema, se concluye sin duda alguna de fracasar, que don Hernando era tal vez el que más disfrutaba del lugar.
Lastimosamente no pude ver su cara, pero al oír aquellas palabras, lo que más se me pasa por la cabeza es el deber, que creo tiene la ciudad, de repensar y recrear un lugar en el que toda la familia pueda estar unida y tranquila. Ese lugar que muchos viejos añoran y saben no volverán a tener.
“Los domingos eran el día más indicado para ir allí. Teníamos dos opciones: irnos almorzados y estar allá después de las tres o cuatro de la tarde, o comprar almuerzo allá para no ‘encartarnos’ desde la casa. Sin embargo, mi mamá prefería levantarse temprano ese día y empezar a hacer el fiambre, de tal manera que a mediodía ya estuviéramos rumbo al Bosque de la Independencia”.
La señora de Vélez, tomaba las hojas de plátano o de biao, las quebraba y las doraba al fogón. Cuando estaban listas para recibir sobre sí todo el almuerzo, la madre de Hernando, echaba el arroz, la papa, la yuca y la carne sudada. Uno que otro día, le daba por hacer salir a flote sus dotes de chef y añadía algún ingrediente diferente a los de siempre, “que para ella era como todo un nuevo mundo y para nosotros, nada del otro mundo”.
Hablando de comida, pareciendo que se le hiciera agua la boca, don Hernando confiesa que nunca perdonaba una ida al Bosque de la Independencia sin comerse un algodón de azúcar e intenta explicarme qué es eso que les gustaba comer tanto en esa época y no sabe que con quien hablaba, es una persona que tal vez es tan adicta a este dulce como lo es él y sin importar que yo haya nacido a finales de siglo.
Mientras él me contaba por teléfono que él llegaba derechito a montar en las canoas, lo que costaba más o menos unos 10 centavos, o sea lo mismo que costaba un pasaje de bus; su esposa, doña ‘Nena’ decía al fondo que ella en cambio disfrutaba más estar por los lados de la pista de baile y la pista de patinaje, pues precisamente era allí donde se sentía el ambiente alegre, lo que va más acorde a su personalidad.
Ambos son melómanos y por ello la música ocupa un gran espacio en sus gratas memorias. Recuerdan con notable dicha aquel quiosco que fue construido por el Congreso Eucarístico que se iba a celebrar en la ciudad, pero que al finalizar éste, quedó estancado en los jardines del Bosque y siguió siendo el escenario para que muchas bandas y grupos deleitaran con sus conciertos. Las bandas que más complacían los gustos de don Hernando y de doña Nena eran aquellas compuestas por instrumentos de viento. 
Los años pasaron, don Hernando ya era un adolescente que recordaba con cariño sus tiempos en el Bosque de la Independencia, pero que prefería asistir a otro tipo de sitios más acordes con su edad, sus objetivos y gustos… bailar más, salir más con amigos, conocer sardinas, disfrutar de espacios más ‘fiesteros’.
Algunos años después, el Bosque de la Independencia se convierte en el Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe; el cual sufre una crisis por varios años y apenas hace poco está en el proceso de reactivación del mismo y de la zona norte de la ciudad.
Y mientras los espacios van transformándose y cambiando sus estilos, don Hernando sugiere a quienes viven en la ciudad y disfrutan de espacios tranquilos, que aprovechen esta zona, así como él lo hizo cuando era un infante, “pues quién sabe qué pase en unos años con estos lugares y quién sabe cuál será el objetivo de la próxima transformación”.