En este momento siento una gran confusión en mis pensamientos y corazón. Por ratos estoy alegre, pero de repente la tristeza e inclusive algunas veces la rabia, me toman por sorpresa y hacen que me sofoque y me de sed. Ustedes se preguntarán ¿qué está pasando en mi vida? ¿Por qué me estoy sintiendo así?
Pues bien, aunque no soy humano, mis sentimientos son muy parecidos a los que muchos de ustedes tienen de vez en cuando y creo yo, deberían sentir más a menudo.
Lo que pasa es que apenas a mediados de 2012 cumplí 72 años de mi vida útil, o sea que todavía me faltan como mínimo unos 28, pero si asuntos como la obsolescencia programada o la falta de conciencia de las fabricas sigue así, podría tardarme hasta casi mil años más en este planeta, en esta forma y en este color.
Sí, sin más rodeos les contaré... soy una botella de plástico fabricada en la década de los 40. He pasado por muchos lugares, he estado al aire libre y también enterrada. Dentro de mí, he tenido diversos líquidos y objetos; sin embargo, hoy en día, estoy viviendo en una ‘chatarrería’ o centro de reciclaje, en el cual me mantienen limpia y transparente, lo que me alegra porque me permite ver, sentir e incluso oler lo que pasa a mi alrededor, o sea la Comuna 4 de Medellín.
Ahora sí, quiero contarles el porqué de mi dilema. Después de siete décadas de vida, he estado al tanto de muchos acontecimientos de la zona, lo que no me hace sentir para nada orgullosa, pues apenas hace poco, estos hechos han transformado la ciudad de manera positiva. Sin embargo, me gusta estar viva para contarlo, pues quienes sepan de mí, pueden aprender lo que no se debe hacer y en ese momento, cuando haya ayudado a crear la suficiente conciencia, quisiera ser reciclada y convertirme en algún objeto al que sí le toque ver una transformación favorecedora, esa por la que tanto luchan y por la que tanto esperan los habitantes de la zona norte de la ciudad.
A mitad del siglo XX Medellín era un poblado pequeño, de costumbres pueblerinas, que luchaba por transformarse en una ciudad de talla internacional. Tenía varios parques emblemáticos y estos eran vecinos de las familias más prestantes de la ciudad. Todos eran abiertos, exceptuando el Parque Bolívar que tenía rejas para ejercer algo de control sobre el ingreso. La primera vez que salí de mi punto de fabricación, llegué a una de las heladerías que estaban en el centro de la ciudad y allí, tiempo después, me compro un señor que trabajaba en el sector y era quien manejaba los caballos que aún se veían pasar por ciertas zonas.
En ese entonces, yo era una botella de agua, él se la tomó y me llevó a su hogar como un regalo para su hijo menor, con quien pasé jugando muchos años. Inclusive lo acompañé durante toda su juventud. Un día, mi dueño y amigo, decidió ir al Bosque de la Independencia con sus primas y hermanos. Allí hice parte del picnic, pero mientras ellos montaban canoa en el lago, alguien me tomó sin pedir permiso y me llevó consigo.
Era una señora que después de reutilizarme cientos de veces, me regaló a un amigo suyo que tenía un taller de metalmecánica en Moravia, un barrio muy cercano a donde está el Jardín Botánico. A unas escazas cinco cuadras. El lugar al que me llevaron no me gustó mucho porque era desaseado y anti-higiénico. Además este tipo de negocios en su mayoría no eran legales y por ello trajeron comercio ilícito, ‘deshuesaderos’ y contaminación.
Después de estar allí por unos cuantos meses, me intenté escapar y quise rodar por la curva del bosque, sin tener conocimiento que el sitio era de drogadictos y prostitutas. Sin embargo, antes de llegar a la curva, un anciano me atajó y me invitó a ir a su casa. Su aspecto era muy amable y por eso acepté irme con él, pero en el mismo recorrido rumbo a su casa, su olor se me hizo inaguantable. Al llegar a su rancho entendí muchas cuestiones que me había preguntado durante el camino.
Él era uno de los tantos que vivían en la única montaña artificial hecha con basura en Colombia. Por supuesto no es motivo de orgullo ni mucho menos. Allí me tocó vivir por muchos años. Compartía mi refugio con ratas y carroñeros, enfermedades y muchos indigentes que constantemente merodeaban por allí. Sin embargo, como yo soy hecha de Tereftalato de Polietileno, no soy fácil de roer y los microorganismos no me atacan. Es tal vez por esto, que hoy aún estoy viva para contar la situación de Moravia, ese lugar que hoy está llena de personas emprendedoras que quieren cambiar su estilo de vida y su influencia e identidad en los temas de ciudad.
Por mucho tiempo mi vida fue muy aburrida en la cima de aquella montaña que aún hoy me da tristeza ver. Desde lo alto de ella veía cómo el tren pasaba y llevaba a los extranjeros que se quedaban anonadados con el lugar. Conocía muy de cerca y por mis propios ojos, la situación que vivía la terminal de transporte con su muchedumbre y el Cementerio de San Pedro, el cual en sus días fue un lujo, pero ya es un lugar de tercera o cuarta categoría al que casi todos asisten por arraigo y no por satisfacción.
Viví muy de cerca la competencia desleal que las empresas transportadoras y de buses le fueron haciendo al tranvía eléctrico, lo que terminó por acabar con él. Escuché una y otra vez, todas las propuestas y promesas que hacían los candidatos a Alcalde y me entristecía cada vez que sabía que al cabo de su elección popular, ninguno de ellos volvería a cumplir lo que prometió.
No obstante actualmente hemos sido un poco más conscientes de nuestra historia y espero no esté condenada a repetirse.
Es este el momento en el que desde la casa donde me reciclan, cerca al Parque Explora, puedo entender que todos los proyectos de los últimos años se han concatenado para transformas la zona norte que tanto deterioro ha sufrido. Hoy en día, yo también he ayudado a mejorar el entorno en el que vivo, a planear el futuro del sector y a volverlo un lugar donde toda la ciudad pueda venir a incluirse y empaparse de Medellín y su camino, ahora sí, para una ciudad internacional, más responsable y desarrollada en todos los aspectos.
Imagen del Centro Cultural de Moravia Imagen tomada de http://mde11.org/?page_id=307 |
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