Su nombre es Sandra Patricia Rodríguez Londoño y el próximo octubre cumplirá 37 años. Es un personaje bastante conocido en Fredonia, un pueblo al suroeste de Antioquia. Su diario trajín, por muy rutinario que parezca, está siempre limitado por el estado en el que se encuentre su mente.
‘Paty’, como la llaman todos, es una mujer de estatura media y contextura un poco ancha. Su piel es trigueña y para completar su sonrisa le faltan unos cuantos dientes; sin embargo esto no es razón de tristeza para ella.
En los últimos dos años los días de Paty han sido mucho más tranquilos. Desde que se levanta en la mañana, su control empieza con dos pastillas acompañadas de un pan o una aguapanela, y si doña Amparo, su mamá, ha contado con suerte, tal vez alcancen a tener el privilegio de desayunar una arepa.
Luego del desayuno llega la hora del baño, que gracias a que los controles ya son cada dos semanas se ha vuelto más fácil: con menos puños y pataletas. Al terminar de arreglarse, Paty acompaña a su mamá a llevar a la hija de su única hermana a la guardería y cuando la dejan allí, Paty se devuelve a su casa a darse una siesta, pues uno de los efectos de la droga es que queda dopada y le da mucho sueño durante el día, lo que hace que este se trastorne por la noche y que ella sea un poco más inquieta.
Hay días en los que Paty decide quedarse en la casa y no salir, o tal vez salir un poco más tarde. Esa idea le agrada a su madre, no porque ella la quiera encerrar, sino porque se podría evitar varios problemas a los que Paty se pueda enfrentar.
A diario, cuando Paty se va a caminar por el atrio de la iglesia Santa Ana, la iglesia central, hay gente que la invita a comer cono o tinto; hay otros que le dan mejor la plata para que ella se la gaste en lo que quiera. Sin embargo, siempre hay unos cuantos, los maldadosos, que la motilan a su manera y que inclusive un día cualquiera le dieron fríjoles con ají pique, lo cual hizo que Paty se indigestara y nunca más volviera a recibir fríjoles, aunque todos los días le ofrezcan en el restaurante.
Cuando va cayendo la tarde, la situación se empieza a complicar un poco más, pues Paty es más vulnerable a las propuestas de los hombres: ir al cerro Combia por una moneda de 200 pesos es la propuesta de ‘El duende’ y otro caso es el de un señor de edad que se mantiene por los lados de los bares y las heladerías y quien hace que Paty por cualquier moneda se alce la camiseta.
Doña Amparo, ´La mona´, siempre anda preocupada por lo que le puedan hacer a Paty, y aunque a estos dos señores ya se les llamó la atención, ella dice que todos los días aparece uno nuevo; algunas veces con propuestas bastante indecentes. Por lo que decidió, hacer operar a Paty y así evitar que ella quede en embarazo.
Se va haciendo de noche y ‘La mona’ va y busca a su hija por los lados del atrio para llevársela a casa, pues pronto necesitará su última pastilla del día. Es gracias a esa pastilla que el día a día de Paty sea más calmado y menos violento, tenga menos problemas con la gente.
Efectivamente Paty es una orate; sin embargo, se ha ido concientizando mucho de su enfermedad y es ella misma quien le recuerda a su madre que se está volviendo a alborotar, y que, aunque le tenga pánico, hace falta la inyección.
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