domingo, 2 de septiembre de 2012

Mary Correa: madre de mil amores

Mary Correa, aprovechando un lindo día en la Playa de Quintay, Chile, mientras visitaba a unos familiares

“Mamá Jaramillo” es el apodo que, en vez de Mamá Correa porque no suena tan bien, su amigo Roberto Castaño le puso por los días en los que salió un reportaje en televisión sobre “Papá Jaramillo”, quien ayudaba a los niños de las alcantarillas en Bogotá.
Mientras trabajaba en el periódico Vanguardia Liberal de Bucaramanga, “Mamá Jaramillo” atendía a las personas que tenían dificultades y pretendían recibir ayuda del periódico y por supuesto, “Mamá Jaramillo” se las brindaba sin importar nada.
María del Socorro Correa Jaramillo (Mary es el nombre bibliográfico que ya tiene registrado) nació  a las 3 p. m., el 13 de abril de 1958 y  como ella misma dice, “es la mayor de un paseo”, pero es la única mujer. Después de ella, está José Horacio, quien es el mayor y tiene sus mismos ojos; ojos que aún después de haberla visto como profesora y como protagonista de este perfil, no he logrado descifrar su color exacto. Unos días los veo tirando a azules y otros tantos días, los veo más verdes. No sé si depende de la luz o si simplemente no lo diferencio porque sus cejas, gruesas y llamativas, no me lo permiten. Lo que sí aseguro es que son claros, bastante llamativos, luminosos y no tan grandes.
Luego de José Horacio están Carlos Eduardo, el sacerdote jesuita a quien Mary llama Curita Manicomio, Rodrigo Alberto quien es el financista de la familia, Juan Guillermo que vive en Australia, Diego, quien ha sido socorrista, y Javier.
Los padres de Mary tuvieron cinco hijos en total, pero cuando Mary apenas era una niña de siete años, su madre murió y su padre quedó viudo por tres años y medio, casándose luego con una cuñada, la hermana de la mamá de Mary.  Con ella tuvo otros dos hijos varones y “como todo quedó en casa”, siempre se han tratado como hermanos e hijos.
Después de la pérdida de su madre, Marita, como la llaman cariñosamente en su familia, no se dejó doblegar, sino que por el contrario, se forzó a ser la abanderada para ayudar a sus cuatro hermanos y para mitigar un poco el dolor de su padre. Hacía los papeles de madre, hermana e hija a la vez. Probablemente “Mamá Jaramillo” ya era su vocación.

En su época de niñez, cuando estudiaba en el Colegio La Presentación, a Mary le gustaba escribir en periódicos escolares, en la parroquia, e incluso tenía un cuaderno de cuentos donde plasmaba sus ideas constantemente. Su hermano Rodrigo recuerda que desde niña devoraba libros por minuto. “No se le daba nada esconderse debajo de su cama, con una pequeña lámpara que le iluminara para poder devorarse uno de esos libros de 300, 400, 500 páginas y así no la regañara mi papá, quien le decía con lógica razón, que tenía que dormir y descansar para las actividades del día siguiente”.

Horacio, su otro hermano, asegura que siempre ha sido muy buena comunicadora y que incluso en algunas ocasiones es exagerada al hablar. Añade además que su hermana es “un ser sensible, que sufre con el dolor propio y ajeno”.

Los alumnos de María del Socorro Correa, en realidad ahijados por el trato que ella les brinda, no dudan en afirmar que por su sencillez, inteligencia y paciencia, ella es una excelente educadora y comunicadora,
“Los comunicadores son los chismosos”, decía Mary sin saber en realidad qué era eso de ser comunicador y periodista. Sin embargo al segundo día de estar estudiando Comunicación Social y Periodismo en la Bolivariana, ya se sentía dichosa, en su salsa, en donde podía trabajar en equipo y andar la calle; lo que realmente le gustaba.

Milagro de vida, milagro de Dios
Desde pequeña, Mamá Jaramillo ha tenido problemas de salud, especialmente con los riñones  que día a día defiende a capa y espada porque sabe que le queda solo un poquito de ellos.

Cuando estuvo por primera vez en Bucaramanga le salió una masa en el cerebro y pues claro, se asustó mucho al igual que sus familiares, quienes le dijeron que mejor se devolviera para su tierra, pues estaría acompañada y sería más fácil conllevar el ‘tumor’ que todos creían que tenía. A final de cuentas, la masa era resultado del exceso de calcio que tiene Mary en su cuerpo y que le desata varios malestares.

“Tengo las siete vidas del gato… no sé cómo me irá a coger la muerte, porque muchas veces me ha agarrado, pero no me ha podido agarrar del todo”.

Mary reconoce que siempre ha sido gordita y su cuerpo tiene forma de bolita. Nada, aparte de los riñones y los otros quebrantos de salud, la aquejaba. Un día bajando por unas escalas, se mareó y casi se cae. Fue ahí, cuando el médico pensó que había algún problema con el azúcar, pero contrario a esto, no era ningún problema y “no era azúcar, sino un azuquítar de nueve meses”.

Con 23 semanas de gestación, en 1995, fue a un control prenatal sintiéndose feliz de ser mamá (esta vez mamá Correa Jaramillo), no sentía nada distinto, pero al llegar al hospital el doctor le dijo que tenía la presión altísima y aparentemente no había razón para estar así. Su taquicardia era extraña, pues ella no había corrido ni estaba estresada o asustada, por lo que recibió la orden de quedarse hospitalizada pues su problema debía ser observado cuidadosamente.

Repentinamente Mary perdió su memoria y comenzó a decir cosas confusas y anormales.  “Mamá Jaramillo” estaba al borde de ser o no ser mamá biológica, y al borde de estar o no estar viviendo en este mundo, pues debían sacar al bebé, pero era una medida más que riesgosa en su estado. En medio de esa situación, humanamente no había nada qué hacer, pero el médico aunque creyera que no se salvaba ninguna de las dos, estaba firme en hacer lo posible para salvar a alguna.

Entró al quirófano, estuvo cuatro minutos muerta, le hicieron reanimación cardio-pulmonar avanzada, trataron de proteger al bebé, pero luchar contra toda esta situación negativa fue una gran hazaña en la que se necesitaron nueve médicos que lograron mantener a las dos pacientes a salvo, pero en manos de Dios.

8 de marzo de 1995, día de la mujer, 1 ó 2 p. m., justo después de hora de almuerzo. María del Socorro empieza trabajo de parto. Nace la niña. Recibe la bendición del médico tratante. Es bautizada Natalia. Vive un par de horas. Muere para estar con Dios y desde allí, sigue teniendo una relación fantástica con su madre, a quien ahora comparte con muchas otras personas.

La Mary de hoy es la que veo con unos  labios rosados que muestran una sonrisa sincera y abierta para los demás y sus ojos: esos que siempre están maquillados y que en el preciso momento en el que habla de Natalia, veo más brillantes, más dicientes, más anhelosos, aguados y hablando por sí solos, unos ojos que son realmente la ventana de su alma, abierta para todos, tranquila, vibrante y amorosa.

Después de la tormenta; con Dios, paciencia y esfuerzos, llega la calma.

Por supuesto su vida cambió un poco después de lo sucedido, asegura que, antes de lo sucedido, ella también tuvo épocas en las que era hedonista y egoísta – lo cual es difícil de creer – pero rescata haber nacido y crecido en un hogar muy cristiano en el cual desde los siete años, asumió el rol de ser madre, levantándose incluso por la noche para  cobijar a sus hermanos.

Sigue siendo consciente de que es enferma de “cosas pavorosas”, pero ella escoge si estar aburrida o si seguir para adelante “con mi Diosito”, a quien durante la época tormentosa, escuchaba que le decía que estaba con ella. Como dice su hermano Rodrigo, “Mary es una ‘gocetas’ de la vida”, es piadosa y muy unida especialmente en torno a la Virgen María, al Niño Jesús y a San José.

Cada Día de Madres celebra ser madre de Natalia y no sólo de ella, porque aparte de que ella misma se invita a almorzar o se compra una torta, también le llegan flores y detalles de alumnos y allegados que la consideran como una madre para ellos: como “Mamá Jaramillo”.



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